Durante la última década hemos hecho un listado de las frases más comunes de los emprendedores e inventores con los que hemos trabajado mano a mano. Ya sabes que nos comprometimos a optimizar tu tiempo, así que compartiremos solo la más popular:
“…lo mío es la idea, quiero una pequeña parte del pastel y que el negocio lo explote otro…”
Imagina cuán demoledor es escuchar que emprendedores e inventores motivados, con ideas o posibles oportunidades de negocio que realmente podrían mejorar el mundo, tengan tan poca disposición, deseos y empuje para llevar adelante sus iniciativas.
Esta demoledora actitud pone de manifiesto una gran realidad: La mayoría de los inventores confía ciegamente en que su idea es tan, tan, pero tan buena, que no hace falta nada más. Como si de un milagro divino se tratara.
Este comportamiento solo denota un gran desconocimiento y hasta un toque de ingenuidad que automáticamente les convierte en presas de un océano rojo. Un océano rojo desprovisto de ética y con armas tan mortales como alimentar el ego del inventor para llevarle a atajos que condenan sus ideas al fracaso.
Los pensamientos compartidos, falsas hipótesis y comportamientos de los más de 500 inventores con los que tratamos cada año, nos ha permitido llegar a un grupo de clasificaciones que, lejos de pretender generar estereotipos, pretende que te identifiques con uno o varios perfiles y puedas reaccionar a tiempo.
Tipos de inventores más frecuentes
Inventor Pelotazo
No tiene ningún interés en emprender. Confía en el milagro divino de haber tenido una gran idea. Su única preocupación es que no le copien la idea. Esta creencia le hace acometer inversiones en cuanto instrumento de protección legal le vendan. Su objetivo es, con la mínima inversión posible, sentirse el dueño “todopoderoso” de la gran idea.
Como punto muy positivo, acumulan altísimas dosis de seguridad y confianza en la idea. La ilusión es el principal combustible, mientras que, afortunadamente, la familia y amigos más cercanos suelen representar el principal freno de estos inventores.
Lamentablemente, el inventor pelotazo suele avanzar muy poco en el proceso de desarrollo de sus productos. Al descubrir que es imprescindible su implicación, acometer inversiones, demostrar que su producto ideal funciona y que soluciona un problema real en el mercado, pierde la ilusión y suele abandonar el proceso.
Es muy frecuente que la decisión de abandono se tome con algunos miles de dólares menos en la cuenta corriente, las inversiones en patentes y otros métodos de protección totalmente innecesarios en esta etapa, suelen convertirse en los únicos objetivos cumplidos.
El Inventor Pelotazo puede dedicar meses, incluso años, a la promoción de sus patentes, llegan a invertir en algún vídeo demostrativo y señalan la inaccesibilidad de las grandes empresas como la única causa del fracaso de su camino. El desgaste de la energía, de la ilusión y/o la aparición de algún producto sustitutivo, suelen ser los detonantes del abandono.
Inventor Metralleta
La gran frecuencia con la que surgen las ideas, es el denominador o característica principal de este tipo de inventores. En la primera conversación, suele aclarar que tiene más de una decena de proyectos, pero prefiere comentar uno solo por ser productivo en la explicación y respetuoso con el tiempo ajeno. se agradece. La realidad es bien distinta, termina detallando cada una de sus ideas, explore el contexto de uso y demuestra en todo momento sus habilidades como inventor.
El objetivo del Inventor Metralleta es captar los recursos necesarios para proteger, mientras más iniciativas, mejor. Como rasgo común con el Inventor Pelotazo, suele rechazar cualquier propuesta que represente un avance real en el proceso de transformación de la idea en un producto, incluso, llega a temer por la viabilidad técnica de sus iniciativas. Le aterra pensar que alguna de sus iniciativas sea físicamente imposible o bien que otras personas puedan tener ideas y/o propuestas similares en el mercado.
El objetivo estratégico del Inventor Metralleta es que un gran player del mercado, distribuidor, líder de la industria, marca comercial o multinacional, llegue a pagar mucho dinero por la explotación de una o varias de las iniciativas protegidas. Para conseguirlo, llega a pagar servicios a pequeñas consultoras o profesionales independientes, de los que espera una aproximación que cambie el rumbo de su carrera profesional.
La excesiva confianza en la casualidad y la obsesión por la protección de productos, en ocasiones inviables técnicamente, suelen ser las principales causas de fracaso de este perfil en el desarrollo de sus proyectos.
El inventor metralleta, está cargado de ilusión y energía, la que muchas veces falta a otros inventores y emprendedores. En cambio, todo lo que se aleje de redactar y presentar una patente, no entra en sus planes. Da la espalda a procesos de diseño de productos, estudios de viabilidad técnica, estudios económicos sobre el potencial del producto en el mercado y sobre acceder a cualquier dato que amenace la consistencia de la “gran idea”.
La dispersión de recursos en demasiados proyectos, la falta de visión sobre los pasos necesarios para lanzar el producto al mercado, los escasos conocimientos sobre cómo funciona un gran distribuidor o socio estratégico en el mercado y en general, la falta de estrategia, dinamita la carrera profesional de estos profesionales.
Inventor Dependiente
Son perfiles con muy buen desempeño en el ámbito profesional. Suelen trabajar por cuenta ajena, con muy buenos resultados. Es habitual que ocupen cargos directivos en departamentos no relacionados con la ingeniería o áreas técnicas. Se trata de perfiles con altísima capacidad de análisis de los principales riesgos que supone llevar un nuevo producto al mercado, normalmente no lo han hecho nunca, pero suelen dedicar mucho tiempo al estudio.
Una vez que tienen claros los pasos para convertir una idea o iniciativa en un producto comercializable, realizan un análisis muy profundo de los riesgos, en tal medida que opacan casi al 100% las oportunidades reales de negocio.
El Inventor Dependiente dedica mucho tiempo a la investigación, definición de posibles estrategias, invierte en libros de autoayuda, planificación de negocios, liderazgo y cuanto tema considere relevante para llevar su negocio al éxito. El estudio y análisis de la situación, suele desembocar en extensos documentos descriptivos, planes de negocios, y otros materiales útiles para intentar mitigar los posibles riesgos.
Las iniciativas de estos perfiles profesionales, suelen ser muy cercanas a las industrias donde desempeñan sus trabajos. Suele tratarse de posibles soluciones óptimas para mejorar procesos en las empresas donde trabajan, en algunos casos, suelen ser propuestas de productos sustitutivos a los que promueven sus empresas. Casi siempre son propuestas con altísimas posibilidades de éxito.
Jamás llegan al nivel de ilusión que llegan a alcanzar los Inventores Pelotazos y Metralleta. La soledad en el proceso suele ser un arma de doble filo que llega a provocar el abandono del proyecto en etapas muy tempranas. Antes de dar el primer paso en el ciclo de conversión de la idea en producto, suelen acudir a socios, aliados, amigos o familiares en busca de aceptación y sobre todo, de compañía en el proceso. Esto provoca que uno de los principales errores comunes suele ser el regalo de participaciones, acciones o bien derechos de explotación del invento, incluso antes de que llegue a materializarse.
Desprenderse de sus puestos laborales, la presión familiar y en muchos casos, la pérdida de estatus social, suele ser el principal freno a la hora de llevar a cabo el proyecto.
Inventor Anónimo: El Inventor Anónimo, a diferencia del resto de perfiles, tiene muy poca ilusión, le falta confianza en su iniciativa y por buena que sea su idea, no alberga mucha esperanza en el posible éxito que podría alcanzar. Considera que todo está inventado, que modificar algo existente no es muy relevante y que seguramente, habrá cientos de personas con ideas similares.
Aunque no viene mal un poco de escepticismo con las iniciativas, sobre todo para hacer un análisis objetivo, el Inventor Anónimo se aleja de cualquier relación emocional con su iniciativa, por tanto, es muy habitual que exponga los detalles de su futura idea antes de tiempo, los publique o bien la abandone en un cajón.
Las iniciativas del Inventor Anónimo suelen ser excelentes. Al identificar este tipo de perfiles, ayudamos al inventor a identificar argumentos para que comience a creer en su propia idea. En casos donde no se consigue ese compromiso y se despierta ilusión por parte del inventor, lo más recomendable es abandonar el proyecto.
A diferencia de otros perfiles de inventores, el Inventor Anónimo consigue el compromiso e implicación de su entorno fácilmente.
Inventor Estratega
El Inventor Estratega, como su propio nombre indica, dedica el tiempo justo al diseño de estrategias y listado de objetivos necesarios para convertir una idea en un producto y, posteriormente, mejorar el producto hasta convertirlo en el ingrediente fundamental de un buen negocio.
En la etapa inicial, este tipo de inventores analiza el mercado al que se dirige, sin desvelar el invento, observa con visión analítica, es capaz de recaudar datos y ¡¡saca sus propias conclusiones. En las primeras misiones que enfrenta, tales como, analizar los antecedentes de la técnica en registros de patentes anteriores, es capaz de completar el ciclo por cuenta propia, en cambio, aunque lo hace y dedica decenas de horas, contrata a profesionales que garanticen no cometer fallos en etapas críticas.
El Inventor Estratega se preocupa por los pasos avanzados del proyecto, concretamente, pone el foco en el proceso de industrialización del producto. Aún así, comprende la importancia de los ciclos de innovación y no se opone a la evolución de su iniciativa. Motiva a sus proveedores y colaboradores a aportar en su iniciativa mientras va documentando elementos clave para una futura patente.
Aunque tiene claro que es fundamental demostrar cuanto antes la viabilidad técnica y de negocio de sus iniciativas, en ocasiones falla en el orden del ciclo natural de conversión idea – producto, aun así, tiene capacidad para sacar ventajas de sus propios fallos.
El Inventor Estratega suele tener capacidad de financiación propia o ajena, es capaz de asumir riesgos una vez llegado al punto de control de la situación, o sea cuando considera que tiene información suficiente.
Lo cierto es que no existen perfiles de inventores buenos o malos, cada uno de los perfiles descritos acumulan características y habilidades que son fundamentales en el proceso de puesta en marcha de un nuevo producto.
Es imposible llegar a obtener buenos resultados sin mantener altísima dosis de ilusión y confianza en el proyecto. Los retos a superar son tan intensivos en energía y frustración, que solo puede conseguirse la continuidad, con el empuje del Inventor Pelotazo y el Metralleta.
El Inventor Dependiente, destaca precisamente por la capacidad de observar, analizar y documentar el proceso. Por su parte, el Inventor Estratega aporta un equilibrio muy importante entre la capacidad de hacer y optimizar el proceso, apoyándose en los que ya han pasado por el ciclo en innumerables ocasiones. Del Estratega, debemos destacar la capacidad de aceptar que se cometen errores. Pero, sobre todo, la capacidad de aprender de estos fallos naturales del propio proceso.
Transforma y educa al inventor que llevas dentro.
Juan tiene 68 años, tuvimos la oportunidad de conocerle con esa edad. Lo cierto es que nos hubiera encantado coincidir con él antes. Desde los 24 años, sin demasiados estudios, puso en marcha su primera y única empresa. Así como lo lees, una empresa de casi medio siglo de vida que ha atravesado todo tipo de “tempestades”.
Después de varios años como trabajador por cuenta ajena en una empresa española de jardinería, comenzó a cuestionar las herramientas y máquinas que formaban parte de su día a día. Le quitaba el sueño pensar en mejoras que podría aplicar a algunas de estas herramientas.
La inquietud le alejaba de los jardines.
No logró convencer en aquella época ni a sus jefes ni a sus colegas. Mientras todos estaban preocupados por perfeccionar su trabajo con las herramientas disponibles, Juan soñaba y dedicaba horas a dibujar herramientas transformadas, novedosas y bastante revolucionarias para la época.
Por si fuera poco, la familia y amigos cercanos, lejos de verle como un visionario, juzgaban sus horas de creación, apostaron entre poco y nada por ayudarle a materializar algunos de sus productos y por supuesto, le dejaban saber que ante la maquinaria alemana y los grandes de la industria, tendría muy pocas oportunidades.
Cinco años fueron suficientes para que construyera un catálogo de herramientas y máquinas transformadas en forma de boceto. Pasado ese tiempo podía mostrar la mayoría de sus creaciones sobre el papel y había conseguido formalizar algunas patentes. La ilusión por sentirse inventor, valorar la genialidad de sus ideas y la adrenalina provocada por sus títulos de patentes, le hacían creer que había conquistado parte del éxito. Eso sí, sin un dólar en el bolsillo.
Tras decenas de intentos y con un amplísimo conocimiento del sector, conquistó, con uno de sus inventos, a una prestigiosa fábrica de herramientas alemanas. Lo cierto es que en este caso, la idea presentada no respondía exactamente a ninguna de las patentes.
Tuvo mucha suerte, la propia fábrica recomendó a Juan la protección del producto con una nueva patente. Es cierto que Juan soñaba con que la fábrica interesada, pagara lo suficiente como para dedicarse a desarrollar ideas felices, hasta que descubrió que aún quedaba un proceso muy intenso para que estas herramientas, llegaran a los jardines que arregló en el pasado.
El acuerdo le permitía, sin captar inversión ni continuar apostando con sus ahorros propios, tener un Nº de máquinas fabricadas para llevarlas al mercado. Durante más de una década, Juan no ganó dinero por su gran invento, sino por la capacidad que tenía de vender el producto que él mismo había inventado.
La capacidad de aprender de los errores es clave para construir un camino exitoso.
Juan tuvo que vender muchas de sus propias máquinas para comprender el proceso óptimo desde la idea hasta la materialización del producto. Hoy, Juan está jubilado, dedica muy poco a su antigua actividad empresarial, pero sigue inventando. Dejó a sus hijos las riendas de una empresa española que factura varios millones de euros. Juan llevó sus propios productos a toda Europa y gran parte de Estados Unidos, sus máquinas son distribuidas por más de 120 empresas locales y está entre las 30 empresas del mundo más relevantes en su sector.
Entre risas y con la expresión más humilde de su rostro, en un café de Madrid, Juan me pide que le ayude a llevar a sus principales conclusiones a la mayor cantidad de inventores que como él, viven en una auténtica montaña rusa de emociones mientras intentan lanzar sus productos al mercado.
De Juan, para todos los inventores con acceso al “Libro Blanco de los Inventores”
El contacto con la tierra es la mejor forma de llegar a inventos con sentido. En muchas ocasiones pensamos que nuestros clientes tienen problemas que no son tan graves como imaginamos. En los 40 años como empresario a la vez que inventor, no acumulé jamás tantos errores como cuando decidí alejarme de los jardines.
En los jardines, en mi propia experiencia y en la de los operarios que usaban las herramientas día a día, estaba el escenario perfecto para encontrar oportunidades de mejora y a la vez nuevos productos. Los inventores tienen que estar siempre cerca del problema, de los clientes que lo padecen, escuchar y observar cómo reaccionan, eso es clave para inventar sin perder la cabeza.
Asegura Juan sin perder la humildad de su rostro y una paciencia de monje.
Sobre el apoyo. Eso es muy jorobado. Asegura Juan.
Es muy fácil para grandes marcas, para la industria, para la familia, para los amigos, para los inversores y hasta para los clientes, llegar cuando todo está hecho.
El inventor es el único responsable de conseguir los primeros resultados y demostrar que tiene una oportunidad en sus manos. Hasta que no ven un producto funcionando, todo es un juego. Puede ser un juego caro, pero así se ve.
Con 20 años creía que todo era posible y fácil. Unas canas después, me demostraron que trabajando duro se llega a cumplir lo que parecía imposible, pero fácil… todo lo parece hasta que hay que hacerlo.
Es tan complicado convertir una idea o invento en un producto que se pueda comprar en un almacén o estantería, que es casi imposible pensar en muchos a la vez, por eso recomiendo que se trabaje duro, pero en una sola dirección. Solo pude convertir en realidad un catálogo de productos, tras 40 años de trabajo duro. Ya ves, esas son las conclusiones.
Juan es o debería ser un ejemplo de evolución profesional en la carrera de los inventores. Su principal combustible, 40 años antes de conseguir lo que él mismo llama éxito, se alimentaba de una ilusión incalculable e infinitos deseos de llevar sus propios productos al mercado. El propio Juan, nos regaló el término de Inventor Metralleta, como él mismo se autodenomina 4 décadas después.